Dos mujeres se abren paso entre llantas y ruedas: la historia de Kimberly y Evelyn

Tienen 21 y 30 años, viven en el Cerro y son las primeras dos mujeres en ser contratadas por una empresa para realizar tareas de gomería. Ambas son ejemplo de superación.

Kimberly Torrens (21) y Evelyn Recoba (30) se levantan a las seis de la mañana y hacen dos horas de viaje cada día desde el Oeste de Montevideo (con dos y tres trasbordos) para llegar a las 9:00 a la gomería Centro Malvín, en Avenida Italia y Caldas. Son egresadas del curso Gomería con Mecánica Ligera del Centro de Formación Profesional (CFP) y están haciendo historia: son las primeras mujeres contratadas por una empresa uruguaya para realizar tareas de gomería y balanceo, un rubro asociado exclusivamente a los hombres.

“Los clientes nos dicen ‘es la primera vez que veo a una mujer trabajando de gomera y yo siempre les respondo lo mismo ‘no te preocupes, me lo dicen todos’”, revela Kimberly. Y Evelyn acota: “Uno piensa que es un lugar machista pero los compañeros saben ubicarse, son buena onda”.

Kimberly es muy dormilona y desde el 7 de octubre ha tenido que sacrificar horas de sueño y de ocio para mantener este trabajo. Sale a las 18:00 de Malvín, se va al liceo N°54 del Cerro, donde cursa cuarto año junto a su madre, llega a su casa a la una de la mañana, se prepara la vianda y se acuesta para repetir la rutina al otro día. “Rato libre no tengo, salvo para dormir”, dice a Domingo. El esfuerzo parece valer la pena: llegó al curso sin saber lo que era emparchar una rueda de bicicleta (lo hacían sus hermanos por ella), y ahora está tan entusiasmada que se acerca a los mecánicos para mirar, preguntar y tratar de aprender.

Primeras mujeres trabajando en una gomeríaJuan Manuel Ramos
Primeras mujeres trabajando en una gomería – Foto: Juan Manuel Ramos

Evelyn no piensa en el tiempo de esparcimiento. Se anotó en el curso con un fin: conseguir un trabajo para poder volver a ver a sus hijos: Maia de 12 y Mateo de 8. “Por situaciones económicas y de la vida están con el padre ahora, pero empecé este proyecto para poder recuperarlos”, cuenta a Domingo. Y agradece esta oportunidad que llega para cambiar su vida.

“Empecé a trabajar por mis hijos. Todo lo que vaya a hacer y sea por ellos me va a gustar siempre, así no me guste. Estoy re contenta y ya logré mi cometido que es trabajar para poder pasarles plata y espero que con eso el padre me deje verlos”, augura.

Evelyn, Kimberly, su hermano y otro compañero llegaron al programa a través del grupo Andares (proyecto de la ONG Andamios), y ya en el aula empezaron a proyectar en grande: “Teníamos pensado abrir una gomería entre los cuatro, pero todavía no se concretó. En un principio pensamos en hacerlo en la zona de La Teja”, cuenta Evelyn, y no se da por vencida.

Kimberly y Evelyn en la gomeríaJuan Manuel Ramos
Kimberly y Evelyn en la gomería – Foto: Juan Manuel Ramos

Evelyn

Vive en el barrio Cauceglia, en el Cerro, con su madre y sus tres hermanos desde que nació. Su infancia, asegura, fue muy carenciada: “Pasamos mucha necesidad pero dentro de lo poco que podíamos tener, siempre estábamos en familia”. Su madre fue limpiadora en la iglesia San Juan Bautista, en Pocitos, durante 15 años, así que Evelyn y sus hermanos pudieron ir gratis al colegio Jesús Isaso gracias a un convenio que el INAU tenía con dicho trabajo: “Ahí tuvimos la posibilidad de ir ocho horas y sacarle peso a mi madre que era sola para trabajar”, recuerda.

Evelyn consiguió su primer empleo a los 15 años en una panadería y pudo empezar a aportar en su casa: “Me iba a las cinco de la mañana y volvía a las siete de la tarde; trabajaba por unas moneditas y el pan que sobraba”, relata.

—¿Con qué soñabas de niña?

—Básicamente con tener una vida normal, no pasar dificultades como pasamos; con un trabajo y una casa estable, porque con lo que veníamos recibiendo mucho no podíamos pedir. No volaba nuestra imaginación, con tener las cosas básicas nos conformábamos.

Dejó el liceo más de una vez para trabajar, para ayudar a cuidar a sus hermanos o por falta de constancia. “Uno va eligiendo otros caminos y no decide estudiar, pero con 30 años decidí encaminarme porque sin estudios no vas a ningún lado”, reflexiona en diálogo con Domingo.

En 2022 hizo el plan Rumbo (los tres años de Ciclo Básico en uno) con su madre, y este año cursaron juntas la tecnicatura de diseño en el Polo Tecnológico del Cerro. En paralelo, Evelyn hizo un curso de diseño gráfico. “Mi madre me motivó, me dice ‘voy contigo así no dejás’”, confiesa.

Evelyn es referente de su barrio —“lo venimos regularizando, haciendo las calles y peleando por las casas que se inundan”, dice—, este año llegó a ese grupo de WhatsApp un folleto de Andamios que anunciaba este curso y se vio tentada a mandar un mensaje. “Tenía una pareja que es gomero, conocía el rubro y dije ‘me voy a tirar’. No creí que fuera a quedar porque eran cupos limitados pero me llamaron”, cuenta.

Aprobó el curso, consiguió un trabajo y quiere seguir sumando conocimiento: “Iba a ser diseñadora o mecánica, y ahora que estoy en la gomería voy a apostar a este oficio. Ahora quiero aprender a alinear”, dice.

UNA INICIATIVA CON RESPONSABILIDAD SOCIAL

El Centro de Formación Profesional (CFP) nace en 2021 y depende del Centro de Comerciantes en Neumáticos del Uruguay (CECONEU), una gremial empresarial de 96 años que agrupa a las gomerías de todo el país. Estas 300 pequeñas empresas entendieron que la formación de los trabajadores era esencial y desarrollaron una estructura con distintas propuestas: profesionalización del personal existente, desarrollo de capacidades empresariales e incorporación de nuevo personal. El curso Gomería con Mecánica Ligera apareció en 2023 a instancias de un convenio con Inefop y fue dirigido a jóvenes de 19 a 29 años que no tuvieran trabajo formal. Entre las y los 15 seleccionados hubo migrantes, jóvenes vinculados al INJU y a ONGs del Oeste de Montevideo.

“Se busca llegar a jóvenes en situación de vulnerabilidad e impactar en esa brecha entre juventud y desempleo. Si no apuntamos a eso, el futuro está comprometido porque no hay posibilidad de empresas sin trabajadores y si estos no están calificados va a ser difícil que los puedan contratar”, asegura Camilo Álvarez, coordinador del CFP.

Al finalizar este programa de tres meses se logró que, práctica mediante, hubiera 11 de 15 trabajando en una gomería (entre ellos Kimberly y Evelyn, dos de las cuatro mujeres del curso); otro en una panadería y otro en una empresa de transporte. Si bien los dos últimos no tienen que ver con el rubro, Camilo aclara que la inserción fue posible gracias al curso.

La certificación de Medio Oficial en Gomería incluye en sus 300 horas de formación introducción básica a la alineación, mecánica ligera, gomería, marketing y ventas; e integra también habilidades sociales (relacionamiento, trabajo en equipo, seguridad laboral, perspectiva de género) que son útiles para el trabajo y la vida. “Las habilidades sociales les terminan sirviendo para acceder al empleo y sostenerlo, que es lo más difícil”, dice Camilo.

Kimberly

Vive con su madre y sus tres hermanos mayores en Santa Catalina, en el Cerro, y recuerda haber tenido una infancia turbulenta: “Me hacían bullying las mujeres de la clase porque me llevaba mejor con los varones. Soy más de jugar a la pelota, o a la bolita que a las muñecas y el tecito, y eso generó roces”, rememora.

Su primer empleo fue como niñera a los 17 años y con 18 entró como peón en H2O, la ONG de limpieza barrial donde también trabaja su madre. “Salía a la calle con un carro, las bolsas y la escobilla. Empecé para ayudar a mi madre porque nos dio todo lo que pudo”, dice.

Abandonó el liceo varias veces porque no le gustaba el ambiente, hasta que tres años atrás decidió probar en el nocturno, y cuando su mamá estaba por inscribirla le mandó un mensaje consultándole si le molestaba que se anotara ella también. “Este año terminamos las dos en la misma clase y es muy divertido. Compartimos los apuntes y el recreo”, dice.

Kimberly, que soñó con ser cantante de ópera o veterinaria, está chocha con el ambiente laboral en Centro Malvín, y quiere seguir aprendiendo, aunque no se cierra a nuevos desafíos: “Tampoco sé si es algo que voy a hacer el resto de mi vida, no sé qué me puede gustar o interesar en tres años. Soy muy cambiante”, afirma.


Fuente: Diario El País